Lo indicó un estudio elaborado por la Universidad de Buenos Aires. El relevamiento dio a conocer que el 38 % de la basura generada en el Área Metropolitana está formada por restos de alimentos. Para reducir el desperdicio, el INTA propone el armado de compost; el 42 % de los residuos pueden transformarse en abono para huertas.
Un estudio elaborado por la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires (UBA) reveló que casi el 38 % de la basura generada en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) está formada por restos de alimentos, mientras que en Capital Federal estos desperdicios ascienden a 41,5 %. En ambas zonas, se calcula que hasta el 42 % de los materiales descartados podrían transformarse en abono para el desarrollo de huertas urbanas.
Para aprovechar los descartes de residuos orgánicos, técnicos del INTA AMBA indican que pueden transformarse en abono para contribuir a la organoponía: producción de hortalizas y aromáticas en recipientes rellenos con materia orgánica derivada del compostaje de los desperdicios domiciliarios.
En este sentido, Gustavo Tito –director del INTA AMBA– destacó que “buscamos siempre brindar un mensaje a los vecinos de que todo espacio puede ser utilizado para una huerta que genere alimentos y, además, constituya un pulmón verde”.
Según el libro Mi casa, mi huerta publicado en 2015 por el INTA, en el caso de la ciudad, la falta de espacio es uno de los factores que alientan la búsqueda de alternativas para la producción. “Las huertas en contenedores también permiten reutilizar muchos materiales inorgánicos y orgánicos que suelen desecharse en los hogares”, señala el texto.
Alberto De Magistris, docente de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Lomas de Zamora (UNLZ), indicó que es muy importante el porcentaje de residuos urbanos que puede reciclarse. “Es notable la cantidad de frutas y verduras que se tiran, porque están feas, manchadas o golpeadas, y que podrían utilizarse para formar abono. Esto sumado al desperdicio domiciliario. Es muy importante separar la basura en el hogar para realizarlo correctamente”, aseguró.
En la Facultad de la UNLZ promueven el armado del compost para el vivero universitario. Allí, cultivan plantas y árboles autóctonos de la reserva natural Santa Catalina de Llavallol –Buenos Aires–.
“Realizamos el compost con residuos que pueden separarse como papel o cartón y le sumamos restos orgánicos como restos de hojas, de poda, le agregamos el estiércol de los corrales de cabras y conejo junto con restos de cocina como yerba, café, saquitos de té, cáscaras vegetales o de huevo”, expresó De Magistris y agregó: “Lleva aproximadamente seis meses para formarse el compost, pero mejora mucho el cultivo”.
En cuanto al compost es necesario observar cuando llega a su etapa de maduración, debido a que se recomienda la incorporación de lombrices californianas para agilizar el proceso de descomposición y convertirlo en lombricompuesto que es un sustrato aún más nutritivo.
La huerta vertical facilita la producción de verduras de hoja, aromáticas y frutillas, en aquellos lugares donde no se dispone de suelo fértil como canteros, terrazas y balcones.
Desarrollo vertical
Estos compuestos son muy favorables para el desarrollo de la huerta vertical. Esta alternativa, diseñada por el programa ProHuerta, facilita la producción de verduras de hoja, aromáticas y frutillas, en aquellos lugares donde no se dispone de suelo fértil como canteros, terrazas y balcones.
Esta tecnología fue desarrollada por Mario Castro, técnico de la agencia Avellaneda –Buenos Aires– junto con Julián y Samantha Varga. “Con esta técnica, aún en el medio del cemento, quien llega a su casa tiene esa unión con la tierra y busca la forma de tener un espacio verde”, reflexionó Castro y agregó: “Para lograrlo sólo se necesita un ambiente soleado y al reparo del viento ya que las plantas para crecer necesitan un mínimo de cuatro horas de luz por día”.
Por su parte, René Castro –de la agencia Avellaneda– remarcó que la huerta urbana “propone una alternativa de vida, ayuda a valorar y respetar la diversidad cultural y biológica a través del abordaje de la fertilización del suelo, asociación de plantas, rotación de cultivos, abonos orgánicos, plantas aromáticas, uso natural manejo de plagas y enfermedades”.